16 de diciembre de 2012

LOS TOROS IMAGINARIOS DEL DUQUE DE ALBA 2ª Parte

GUATEQUE, CASERÍO AL QUE LE GUSTA MÁS LA FIESTA EN CORRALEJA QUE AL PUERCO EL SUERO.
Segunda Parte
El campero UAZ avanzaba lentamente por el camino destapado. El cupo estaba completo porque algunos vendedores de “chuzos de carne” hacían parte de los pasajeros del vehículo originario de las estepas rusas. El Duque se bamboleaba y cabeceaba adormitado, recuperando el sueño perdido en la última trasnochada en el Tropicana, donde le había ganado un chico de billar, por siete carambolas al Chubi: el mejor billarista de la época.

Luego de cincuenta minutos de incómodo viaje se divisan las primeras casas del pueblo de Guateque, un caserío perteneciente al municipio de Montería. Pueblo al que le gusta más la fiesta en corraleja y la vagancia que al puerco el suero. El Duque fue despertado de su sueño por el sonido del bombo de la Banda de Manguelito, cuyo intérprete venia también en el UAZ porque no cupo en la Chiva de Palito donde viajaron el resto de los músicos.

Félix Enrique De Alba y su compañero se dirigieron enseguida  a la plaza de toros que ya manifestaba una considerable asistencia del público. Se instalaron los equipos de transmisión, y mientras llegaba la hora de soltar el primer astado de las haciendas de los hermanos Petro Ortiz, hizo un recorrido o “Barrida Comercial” por los alrededores de la corraleja para terminar de llenar el cuñero con publicidades de estanquillos, ventas de fritos y la que no podía faltar: “Llanera El Buen Gusto”, del mono de Sahagún. Llanera que le proporcionaría, en canje publicitario, el “vento” o la comida durante la temporada taurina.
Se acercaba la hora de los toros. El Duque, después de saborear una deliciosa carne entreverada en la llanera El buen gusto se dirigió, con un palillo en su boca, al sitio escogido para transmitir en el palco cerca a la banda de músicos. Antes de ubicarse saludó a los dueños de los toros quienes le hicieron énfasis en que los toros en su transmisión debían salir todos buenos y le “sobaron”, en voz baja, el primer billete de diez “barras”, que en esa época era plata. Este cruce se llama ahora dizque “guante de revés”, término beisbolero.

Todos estaban listos. Eran las dos de la tarde, la plaza estaba a reventar, los ingredientes para una buena tarde de toros se encontraban reunidos: público, banda, dueños de ganadería, locutores y toreros. De pronto el Duque miró el firmamento y le dijo a su compañero, Ángel Romero (q.e.p.d.): -Me preocupa esa nube negra, que no se valla  a desgajar un aguacero y se cague la fiesta. Y así ocurrió, llovió a cántaros. En el sitio del palco de transmisión se instaló un pequeño chorro de agua lluvia que caía suavemente en la cabellera india del Duque, logrando desvanecer el tinte negro que se aplicaba para lucir mas joven y por la noche, en la rueda del fandango, lograr una nueva conquista amorosa que aumente su prolífera y aventurera vida bohemia.

Los espectadores en la plaza se alebrestaban a medida que amainaba la lluvia. La Banda de Manguelito interpretaba el pasodoble “Pepe el trompeta” ambientando el momento y como señal de que si habría toros en corraleja en la plaza de Guateque. Pero existía preocupación ya que los camiones, que transportaban los toros, no llegaban y se acercaban las tres de la tarde, hora convenida para dar inicio al espectáculo. Debía hacerse algo, y urgente, para cumplir con los clientes. LA TRANSMISIÓN ESTABA AL AIRE...

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