26 de abril de 2012

RECORDANDO EL PALMAR II

RECORDANDO EL PALMAR
Episodio Final

La madrugada avanzaba en El Palmar... ah! y se me olvidaban los famosos huevos que vendía alias “El Mosquito”, que llevaban sal, o mejor dicho, salpimienta. Y a medida  que pasaba el tiempo hacían su aparición más habitantes de una noche en El Palmar. Era el momento de recibir a la élite de la prostitución que llegaba acompañada del gran señor de las “putas finas”: Carlos Barros, propietario del establecimiento “La 41” o la “Four and One”.

Estas bellas mujeres que lucían orgullosas sus atuendos casuales para la gran parranda de amanecida y él, Carlos Barros, con sus manos cargadas de anillos en oro de 18 quilates, además de las cadenas, también en oro, que pesaban más de cuarenta gramos. Anotando, además, que sus camisas y pantalones eran de seda importada.

Carlos era amigo de todos y cuando entraba a El Palmar, saludaba con respeto a  los allí presentes y nadie osaba meterse con él  gracias a la protección que le brindaba su corte conformada por el “Jimmy”, el “Indio”, Orlando y Adaulfo, maricas de su estrato que hacían parte de su empresa lujuriosa y proxeneta. Por cierto que de estos el de menos recato era Adaulfo, quien cuando le simpatizaba un varón arqueaba sus grandes cejas como alas de golondrinas.

La música sonaba y la gente bailaba en El Palmar. Los profesionales del baile hacían su show: el “Zurdo”, el “Rifa Gallinas”. Danzaban y gozaban al son de la canción de Félix Chapotin “Canallón, canallón componte canallón”, mientras un grupito de herbívoros salía con discreción a comprar su porción de marimba donde el Matancero y regresaban al epicentro salsero con su caminaito cambiao, caminando como  beisbolista, creyéndose de grandes ligas. Miki Mantle, Roger Maris o “Regadera” Rodríguez.

Y para completar la noche, los hermanos Buelvas: Mario, Hernando y Alfredo. Trabajadores y técnicos de la relojería fina Suiza. Eran los preferidos de los ricos cuando necesitaban un buen servicio para sus finos relojes Bulova y Mido Multifor.

Cuando los Buelvas llegaban, los presentes exclamaban: “Llegaron los Aguilares”, haciendo referencia a la vieja cinta mejicana con Antonio Aguilar, Luis Aguilar y Jorge Negrete, que en el filme usaban sombreros y su estatura y corpulencia infringían miedo, pero realmente eran “pura bulla”. Pertenecían a los que  dicen “agárrame que lo mato”.

La madrugada pasaba y se asomaban los primeros rayos del sol, mucha gente ya se había ido pero otros quedaban gozando del agite y la sabrosura de la mañana. Las putas comenzaban a mostrar su verdadera cara, el maquillaje había desaparecido por el sudor de casi ocho horas de parranda. La pestañina y el colorete chorreaban por sus mejillas, parodiando el tema “mujer marchita” de Jorge Oñate que versa: “cuando va a comenzar la noche comienza tu dia, maquillada con mil colores para lucir más; contame donde esta lo alegre de tu triste vida, vendiendo puñados de amores pa’ /ganar el pan”.

Después de  la turbulenta noche y ya todos amanecidos, solo faltaba el pollo. Si, el pollo que preparaba la vieja Luz Godín, sazonado con buen vinagre y sal al gusto. Los amanecidos corrían a comer con cara de muertos vivientes, ebrios. Mientras  a lo jejos, con El Palmar ya desocupado, el picotero Martínez dejaba sonar el ultimo disco  de la jornada, en la voz den inquieto anacobero Daniel santos, cuya melodía decía “eran las tres de la tarde cuando mataron a Lola, Lola hay lolita de mi vida”.

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